Documento 15. VIRGINIA WOOLF
Tres guineas. Barcelona, Lumen, 1983, pp. 38-40.
El deseo de recibir educación es hasta tal punto innato en el ser humano que, si usted consulta biografías, verá que este deseo, a pesar de todos los obstáculos que la tradición, la pobreza y el ridículo ponían en el camino de su realización, existía también en las mujeres. Para demostrarlo bastará con que examinemos solamente una vida, la vida de Mary Astell. Poco se sabe de ella, pero sí se sabe lo suficiente para que quede demostrado que hace casi doscientos cincuenta años este obstinado y quizá irreligioso deseo alentaba en ella. Y llegó al punto de proponer la fundación de un colegio universitario para mujeres. Y, lo cual es casi tan notable como lo anterior, la princesa Ana estaba dispuesta a darle diez mil libras esterlinas –suma muy considerable, a la sazón, e incluso ahora, para ponerla a disposición de una mujer- para sufragar los consiguientes gastos. Pero entonces se produjo un hecho extremadamente interesante, tanto desde el punto de vista histórico como del psicológico: la Iglesia intervino. El obispo Burnet consideró que educar a las hermanas de los hombres educados comportaba promover la rama indebida de la fe cristiana, a saber, la Iglesia Católica. El dinero recibió otro destino. El colegio universitario no se fundó. (…)
Empecemos allí donde habíamos terminado. La reina Ana murió, el obispo Burnet murió y Mary Astell murió. Pero el deseo de fundar un colegio universitario para quienes pertenecían al sexo de Mary Astell no murió. Contrariamente se fortaleció más y más.