2.2 Centralidad femenina
La invisibilidad y subvaloración del trabajo y de las tareas que las mujeres han desarrollado y continúan desarrollando de forma habitual es consecuencia directa de su asignación a un espacio, el privado, que el sistema de generaciones conceptualiza como inferior al espacio por excelencia, el público. Este espacio privado, doméstico, ámbito exclusivo de las mujeres, está ligado al mundo biológico de la reproducción y es connotado como "natural", en contraposición en el espacio de la "cultura".
Situadas las mujeres dentro de la naturaleza -o consideradas como intermediarias entre la naturaleza y los hombres- se han considerado naturales y por lo tanto femeninas -o femeninas y por lo tanto naturales- aquellas tareas directamente relacionadas no sólo con el cuidado imprescindible para la supervivencia de las y los recién nacidos, sino también de los adultos de sexo masculino. Las mujeres están, pues, inmersas en un trabajo que recibe la consideración de no social. Así, el trabajo doméstico, que abarca un amplio abanico de tareas imprescindibles para el mantenimiento de la sociedad, no es, visto desde la óptica patriarcal, social, sino natural. Puede decirse, en consecuencia, que en relación a las actividades que las mujeres realizan en el hogar no hay una correspondencia entre hecho y representación, o, dicho de otra manera, entre realidad y discurso.
Mª Ángeles Duran ha recordado que la "oikos-nomia" fue, en su origen, "la ciencia de la buena administración del hogar", un concepto que progresivamente se fue olvidando, hasta el punto que hoy pocos "oikos-nomistas" recuerdan su oficio inicial y no se preocupan por el papel económico de la familia. La actividad doméstica, ahora al igual que en la Edad Media, requiere muchas horas de trabajo y trabajos tan diversos como la preparación de la comida, la transformación de los alimentos, el vestido, la higiene o el cuidado de la salud.
La necesidad de abandonar el modelo androcéntrico de conocimiento, distorsionador de la realidad, hace imprescindible dar cuenta y dotar de significado la actividad, toda la actividad y no sólo la considerada pública o la aparentemente extraordinaria, que las mujeres llevan a cabo. Es este un vacío fundamental en el cual se tiene que dar respuesta, uno de los retos que la investigación tiene planteados y que ha sido asumido por las diferentes disciplinas de formas diversas.
Una respuesta a este reto pasa por la opción de "centrarse en las mujeres", en situarlas en el centro del discurso, tal como proponía la historiadora Gerda Lerner. Utilizar como punto de vista la centralidad femenina y llevar esta centralidad hasta las máximas consecuencias permite hacer emerger el papel real que las mujeres han desarrollado, en el margen de lo que les ha sido asignado o de cómo haya sido considerado. Permite, en definitiva, superar las falsas dicotomías inherentes al sistema de generaciones, que hacen que unas tareas y unos saberes tengan una consideración de la cual no disfrutan otros, y considerarles, además, conjuntamente como una experiencia compleja que las mujeres viven de manera integrada.
Así, la diversidad de quehaceres y saberes femeninos, tanto los que forman parte de la cotidianidad como lo que está codificado como alta cultura, recuperan el sentido de construcción de sociedad y nos permiten hablar de la antigua obra femenina de la civilización cotidiana. Porque las mujeres, como grupo social, en tanto que madres, educadoras y amas de casa, han desarrollado unas prácticas -relacionadas con la educación, la alimentación y el cuidar de las criaturas y de las personas- con las cuales van asociadas unos valores que implican un alto grado de disponibilidad hacia otras personas, un cierto altruismo, un respeto por la vida, la capacidad de empatía y un alta valoración del bienestar de las y los miembros de la unidad familiar. Es lo que Virginia Woolf llamaba "educación gratuita", caracterizada por la comprensión de los seres humanos y de sus motivos.
Por otra parte, dentro del proceso de reconceptualización y valoración de las actividades femeninas, se ha puesto de relieve cómo las características que se derivan de la socialización femenina presentan grandes ventajas en relación al mundo considerado laboral: el pragmatismo y la capacidad de trabajo, la capacidad empática y de comprensión emocional, la atención a las relaciones sociales... son cualidades que resultan altamente beneficiosas para la sociedad en su conjunto.
Se trata, por lo tanto, de una serie de conocimientos que contribuye al desarrollo humano y que, en consecuencia, tienen que estar al alcance de todo el mundo impregnando los contenidos curriculares. De esta manera los saberes femeninos se pueden convertir en sociales y contribuir a crear identidades femeninas sólidas y nuevas identidades masculinas.
Hablan las mujeres
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