1.1 Saber hegemónico y prácticas discordantes

Atención, se abre en una ventana nueva. PDFImprimir

apotecaresa

asistiendo un parto

childbirth

cirurgiana

trotula

Woman Measuring an Injured Leg

Woman Cupping another Woman

Las universidades como instituciones son creadas con la capacidad de definir los saberes que se consideran legítimos y encargarse de su transmisión. Su creación va indisolublemente unida a un proceso de profesionalización, de manera que sólo podría ejercer determinadas profesiones quien estuviera en posesión del título que otorgaban estas nuevas instituciones. Así, la regulación de la medicina comportará la ilegalización de saberes y prácticas que las mujeres habían desarrollado y ejercido hasta aquel momento, como aquéllas relacionadas con el cuidado de la salud y el saber médico.

Las mujeres han sido siempre las responsables de la atención médica de sus familias y habían tenido el monopolio en materia de partos. Cuando este saber médico se institucionaliza, las mujeres de las ciudades ya actuaban en todas las ramas de la medicina. El poder de controlar el conocimiento teórico y práctico que despliegan las universidades entrará en conflicto con la autoridad con que socialmente se reconocía la sabiduría de muchas sanadoras, cirujanas, médicas.

El caso que la élite universitaria entabla contra Jacoba Félicié, en 1322, es ilustrativo de cómo las nuevas actitudes afectaron a las doctoras de París: los maestros declararon que Jacoba ejercía sin licencia, por lo cual ponía en peligro la vida de sus pacientes. Ella presenta una apelación contra su primera condena, en la cual intenta demostrar que es una doctora eficiente, a pesar de no tener una educación reglamentada, y aporta los testimonios de sus pacientes. Los argumentos que utiliza en esta larga apelación son representativos desde un punto de vista femenino sobre su actividad: ella sostenía que estaba instruida tanto en el arte como en los preceptos de la medicina; afirmaba que era mejor que una mujer sabia y experta pudiera atender a una mujer enferma e investigara sus dolencias; sostenía, también, que cualquier persona, fuera hombre o mujer, preparada en un arte podía ejercerlo. Sin embargo, el veredicto fue inmediato y se ratificó la sentencia original: se le prohíbe ejercer la medicina y es excomulgada.

A pesar de esto, hay documentada una práctica profesional femenina posterior a esta primera legislación, probablemente porque no se podía prescindir de los servicios que prestaban las mujeres. Así, era frecuente que los ciudadanos ricos llamaran, cuando estaban enfermos, a las mujeres, que cuidaban y aliviaban el dolor con más eficacia, dada su experiencia y su conocimiento de plantas medicinales. Hay numerosas indicaciones en relación a que las mujeres que ejercían la medicina eran reconocidas por sus pacientes. Parece, además, que cobraban menos, aceptaban pacientes pobres y, en algunos casos, asistían a los enfermos con fines caritativos.

En la Corona de Aragón la mayor parte de las mujeres que practicaban la medicina pertenecía a las clases medias y bajas, y, entre ellas, hay muchas judías. Estas mujeres se trasladaban de vecindario en vecindario para visitar enfermos, lo cual es indicativa del prestigio que habían adquirido en su práctica médica. Parece claro que estas mujeres que ejercían la medicina no eran consideradas curanderas, sino el contrario, su oficio era reconocido y permitido por los organismos más elevados, tal como muestran las licencias otorgadas por el rey Juan I, haciendo constar la experiencia de estas mujeres en el arte de curar enfermos y a instancias de testigos que acreditaban su destreza.

Hablan las mujeres

Documentos

Enlaces:

Referencias Imágenes