5.1 Sujetos femeninos y acción educativa

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La polarización masculina-femenina de la cultura patriarcal, que garantice la supremacía de lo masculino y la devaluación de lo femenino, no afecta tan sólo a la estructura social, sino que también repercute en la configuración de cada individuo. Cuando niñas y niños inician el proceso académico, ya han incorporado gran parte de las pautas de comportamiento, unas pautas que se verán reforzadas a lo largo del itinerario educativo. Así, los centros de enseñanza no son los únicos responsables en la transmisión de modelos sociales, reflejo de la ideología dominante, pero sí tienen un papel importante en esta transmisión. Sin embargo, el carácter cultural de los modelos de comportamiento establecidos determina su posibilidad de modificación, porque los seres humanos tenemos la posibilidad de ir más allá de la cultura. En este sentido, la consideración de la trascendencia de los roles de género tiene una gran importancia en la acción educativa, ya que permite actuar en el sentido de favorecer estrategias que permitan al alumnado, las chicas y los chicos, realizar valoraciones críticas y elecciones personales.

Desde posiciones feministas se incide en la importancia que la interrelación entre mujeres adultas y mujeres jóvenes tiene en la trascendencia de los roles de género y en la creación de nuevos contenidos que permitan dar significación propia a la pertenencia de género, abriendo nuevas posibilidades en el desarrollo psicológico femenino. Esta perspectiva es especialmente significativa para las mujeres enseñantes: tenerla en cuenta puede permitir modificar la práctica profesional e incluso, la misma noción de educación, una modificación que resulte favorable tanto para las profesoras como para las alumnas. Ambas, personas adultas y jóvenes, pueden encontrar un punto eficaz de conjunción.

La mediación de una figura femenina en el acceso al mundo y al conocimiento es una fuente de valor y de fuerza para las chicas. Esta mediación puede garantizarles no quedarse perdidas o asimiladas en universos de significado que les son ajenos, en cuyo interior sólo pueden construir su identidad como ausencia, carencia o insignificancia.

La red de relaciones entre mujeres, entre adultos y jóvenes, se traduce en la práctica académica en un reconocimiento de valor, en una especie de pacto ético e intelectual, del cual los alumnos también se benefician, ya que se les ofrece la posibilidad de un desarrollo más equilibrado. Las aulas se pueden convertir, así, en espacios donde desarrollar una pedagogía sexuada, una pedagogía favorecedora de los procesos de individualización, de maduración de las estructuras cognitivas y de formas de relaciones diversificadas, para todas y para todos.

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