1.3 Itinerarios femeninos de saber

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Una clase de actividad peculiar, protagonizada por las mujeres católicas urbanas de la edad moderna, es la acción organizada de grupo. Una acción que se expresó en los intentos de crear nuevas formas de vida y de trabajo en común, en las cuales estaba comprendida la preocupación por la educación femenina. Son las actividades desarrolladas por las mujeres de la llamada vía media, como Mary Ward, una mujer instruida, quien consiguió establecer, desde 1609, una red europea de escuelas para chicas supervisadas por maestras laicas: el Instituto de la santa Virgen María. Entre 1616 y 1628, el Instituto creó centros en ciudades como Colonia, Roma, Nápoles, Múnich, Viena y Praga, escuelas que tenían hasta 500 alumnas.

Las trabajadoras de esta orden llevaban una vida comunitaria –sin clausura–, escogían a su propia "madre" general y estaban exentas de la supervisión del clericato. Al sus centros, algunos de los cuales eran escuelas gratuitas para niñas pobres, ofrecían cursos de tejido, música, latino, griego, lenguas locales y matemáticas. Mary Ward y sus colaboradoras viajaban continuamente y se reunían con príncipes y cardenales con el fin de recaudar fondos. Sus adversarios la acusaron -los jesuitas y los clérigos seculares ingleses, principalmente- y se quejaron al papa de su agresividad en materia espiritual. Ella apeló, pero el papa suprimió la orden. Mary Ward, acusada de hereje, fue encarcelada por la Inquisición en Munich.

Mary Astell es una de las figuras primordiales en cualquier aproximación al pensamiento de las mujeres sobre la educación femenina. Soltera y decidida a no casarse, vivió en el barrio de Chelsea, en Londres, en estrecha relación con un grupo de mujeres de origen burgués que compartían sus convicciones vitales, espirituales e intelectuales. Profundamente convencida de la necesidad y de la legitimidad del desarrollo cultural de las mujeres, única premisa que podría garantizar su libertad de elección, publica Una propuesta seria para las damas, en beneficio de sus verdaderos y más altos intereses. Para una amante de su sexo, el año 1694. Su propuesta consiste en la creación de un espacio, como lo que las monjas de la época medieval habían construido en sus comunidades monásticas, a fin de que las mujeres pudieran dedicarse a su propia formación. Era, sin embargo, una comunidad que obedecía en su concepción más a un propósito académico que propiamente monástico. Su objetivo era que las mujeres se pudieran convertir en seres autosuficientes tanto emocionalmente como intelectualmente.

El año 1697 apareció la segunda parte de la Propuesta, dedicada a la princesa Ana. Mary Astell detalla un modelo de aprendizaje y establece un plan general de estudios específicamente elaborado para las mujeres deseosas de saber. Un modelo y un plan que incidía en el uso de lecturas selectas. Porque, para ella, el objetivo no consistía en adquirir una cultura ni unos conocimientos enciclopédicos. Le importaba menos la erudición que la capacidad de razonar y el método para aprender, para cuya adquisición señalaba como necesarios conocimientos de la lengua materna, lógica, matemáticas y filosofía. No se ofrecía, pues, un programa formal de estudios, sino una invitación a conversar y a la lectura de libros de filósofos contemporáneos, como Descartes, y de autoras como Anne Dacier y Madeleine de Scudéry, "Sapho", para lo cual la lengua francesa sería suficiente.

Mary Astell fue objeto de burla en comedias del tipo "Las mujeres sabias". Contaba, sin embargo, con el apoyo no sólo de sus amigas, que la ayudaron en todas las actividades que emprendió, sino de una dama, probablemente la princesa Ana, a quien estaba dispuesta a darle diez mil libras para la realización de su proyecto. Sin embargo, la oposición de la iglesia consiguió que esta donación no tuviera lugar.

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