1.2 Las mujeres y el derecho a la educación

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dolors aleu

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Elena Maseras

signatura maria elena maseras

Durante el periodo renacentista mujeres como Teresa de Cartagena o Luisa de Medrano asistieron a la universidad. En el siglo XVIII, María Isidra Guzmán de la Cerda recibió, en 1785, el Grado de Doctora en Filosofía y Letras Humanas en la universidad de Alcalá de Henares, aunque no había realizado el itinerario académico universitario. Dada su formación cultural, había sido admitida a la Real Academia Española de la Lengua y sus padres, próximos a la corte, solicitaron que pudiera realizar los ejercicios para la obtención del Grado de Doctora.

La presencia de las primeras mujeres en las aulas universitarias se produjo los últimos años del Sexenio Revolucionario y primeros de la Restauración. La primera fue María Elena Maseras, que se matriculó en la facultad de Medicina de la universidad de Barcelona el curso 1872-1873, una vez que había finalizado los estudios de enseñanza secundaria en la misma ciudad. Cuando, después de haber aprobado todas las asignaturas, solicitó realizar el Doctorado, es decir, cuando ella y otras personas como ella reclamaron un estatuto de visibilidad, su iniciativa reveló toda su trascendencia: Se ampararon en la normativa legal, más bien, en el vacío legal de esta normativa, y la utilizaron a su favor forzando con su lectura a los que tenían que aplicarla.

Antes de 1910, de las treinta y seis universitarias que habían finalizado la licenciatura, ocho presentaron y defendieron la Tesis para la obtención del Grado. Cinco eran licenciadas en Medicina y tres en Filosofía y Letras. Habían realizado sus estudios en Barcelona, Salamanca, Madrid, Valladolid y Valencia.

La primera fue Dolors Aleu, quién en 1882 presentó la Tesis "De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénica-moral de la mujer". Al presentarla afirmó: "Hago uso de un derecho ya indiscutible, por más que -y eso es lamentable- tenga límites en un corto número de españolas". Evidenciaba de forma clara que tenía la oportunidad de defender, desde el lugar que ocupaba en aquel momento, ideas y planteamientos que estaban siendo objeto de debate social y de que este hecho contribuiría a un cambio sustancial en la situación cultural de las mujeres.

A su texto, hace un análisis crítico de género, desvelando cómo diferencias entre niñas y niños que se consideraban naturales, no lo eran por naturaleza sino como resultado de un ambiente y de una educación diferente para uno y otro sexo. Inscribió, además, su exposición en una larga genealogía de mujeres que se habían dedicado a la ciencia a lo largo del tiempo.

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