La construcción social y cultural derivada del género, es decir, aquello que significa ser un hombre y una mujer y las capacidades que supuestamente se derivan, está muy presente en las relaciones afectivas. El hombre, conceptualizado como fuente de poder, como controlador de la situación, como dominador, y la mujer, contrapuesta a éste, como fuente de sumisión y dependencia, son los dos elementos claves que pueden hacer que las relaciones afectivas no se desarrollen en un plan de igualdad y pueda acabar degenerando en situaciones de violencia de género.
Según la declaración de la ONU, en su artículo 48/104, del año 1995, "la violencia contra las mujeres es todo acto de violencia que se basa en el hecho de pertenecer a este sexo, que tenga o pueda tener como resultado un daño o padecimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres; incluye las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se produce en la vida público como en la privada".
Los hombres y las mujeres viven de manera muy diferente la experiencia que supone una relación afectiva. Y en eso, el género, y más concretamente los estereotipos y los roles de género tienen mucho que ver, ya que los hombres y las mujeres, por el hecho de serlo, son educados para cumplirlos, cosa que condiciona su experiencia afectiva. De esta manera, los hombres son educados por diferentes elementos de socialización para no mostrar sus sentimientos, ni afectos ante los demás, ya que se percibe como una cuestión de debilidad. En el caso de las mujeres, la educación afectiva se realiza de manera contraría a la de los hombres: en su caso es positivo mostrar los sentimientos delante de terceras personas. La violencia de género es una problemática social que afecta tanto a hombres como mujeres. Si bien, hace veinticinco años era conceptualizada como violencia normalizada dentro del ámbito doméstico o privado, hoy en día se entiende como un problema social inaceptable, que va más allá de este ámbito para convertirse en una cuestión pública y política la solución de la cual, sólo puede brotar del trabajo de hombres y mujeres para erradicar la violencia de género.
Por este motivo os ofrecemos un conjunto de seis actividades pedagógicas que fomentarán los valores de la no violencia de género, ni maltratos en el ámbito de la pareja, el respeto a la diferencia y la empatía hacia el otro, en especial, a aquellas personas que sufren situaciones de violencia y que, en su gran mayoría, son mujeres, y la comprensión de que el amor no es sumisión, control, ni dependencia, si no potenciación de las capacidades y habilidades del otro.