El lenguaje es una herramienta comunicativa imprescindible para el desarrollo de las relaciones sociales y de la Humanidad. No obstante, el lenguaje, como muchos otros aspectos sociales, culturales, está condicionado por el género de las personas. Ya en las sociedades primitivas empezó a existir la división sexual del trabajo. El hombre estaba en las esferas de representación política y de trabajo a la esfera pública y la mujer, en las esferas de cuidado de las personas y del trabajo en el ámbito privado, el del hogar.
Esta división tan asimétrica de roles propicia que los hombres controlen el poder político, social, cultural y económico desde tiempos inmemoriales. Y, como decía Celia Amorós "es sabido que quien tiene el poder es quién da nombre a las cosas". Así pues los hombres han sido los encargados de dar significado a las cosas y controlar la producción de conocimiento, silenciando el papel de la mujer, ya que aquello que no se nombrado queda invisibilizado.
Supuestamente, el lenguaje utilizado a lo largo de la historia ha sido neutro. No obstante, la realidad es que el uso del genérico masculino para llamar a aquello masculino y femenino acaba por invisibilizar a las mujeres. Por ejemplo, cuándo utilizamos el genérico masculino: ciudadanos, supuestamente nos estamos refiriendo a los ciudadanos y a las ciudadanas. No obstante es obvio que la palabra ciudadanos excluye toda una parte de la población: la femenina.
Es por eso que existe la necesidad de impulsar un lenguaje inclusivo en el que se incluya tanto a las mujeres como a los hombres. Para llevar a cabo esta necesidad se proponen el uso de palabras genéricas inclusivas (ciudadanía, juventud o equipo médico); dobles formas (los ciudadanos y las ciudadanas; las médicas y los médicos); formas abreviadas (ciudadanos/anas; médicos/as, catedrático/a).
En las actividades que encontraréis en este apartado podréis trabajar para desmontar estereotipos y roles de género asignados a las mujeres a través del lenguaje; detectar el genérico masculino a las ofertas de trabajo; conocer antiguos refranes que reflejan la situación social de la mujer a lo largo del tiempo; fomentar el uso de un lenguaje más igualitario. Al mismo tiempo os permitirá fomentar entre el alumnado los valores de la igualdad de género, la empatía, el rechazo a cualquier forma de violencia y de discriminación, obtener una perspectiva crítica, la equidad en el uso del lenguaje o el reconocimiento de las formas de sexismo que todavía perduran en nuestra sociedad.