(…) Leemos cómo la profética Savia de Etiopía, con su corazón imbuido de poder divino, solucionó los misterios del egipcio Salomón (…). De la misma manera e incansablemente es celebrada la elegancia panegirista de Hortensia, hija de Hortensia y oradora (…). No me entretendré con Tulliola, hija de Cicerón, ni con Terencia ni con Cornelia, mujeres romanas que llegaron a las cimas más elevadas de la ciencia; con ellas Nicolosa (Sanuti) de Bolonia, Isotta (Nogarola) de Verona y Cassandra (Fedele) de Venecia (…). La historia está embellecida y saciada de ejemplos como éstos.
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