3.1 Autoridad y autoría

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Al hacer referencia al uso de la palabra escrita, Gerda Lerner ha sistematizado, en tres, los obstáculos que las mujeres han tenido que vencer para poder crear un pensamiento propio: 1) la defensa de la propia autoría; 2) la defensa de la capacidad de elaborar un pensamiento original y diferente del patriarcal; y 3) la afirmación de unos precedentes históricos de este pensamiento.

Durante la Edad Media, la escolástica desarrolló el concepto de autoría a partir del reconocimiento de la autoridad genealógica masculina: el "auctoritas" no existía sin un "auctor"; los "auctors", por su parte, lo eran en tanto que se les reconocía "auctoritas". De esta manera, el concepto de "auctor" está vinculado al de propiedad y genealogía: un autor no es sólo un creador. El término alcanza, también, el sentido de persona cuya opinión es aceptada, un sentido que se relaciona con la autoridad patriarcal. Desde esta perspectiva, cobra una especial significación el ejercicio de autoridad que representa para una mujer defender la autoría de una obra, su propiedad de un saber. En presentarse públicamente como autoras de un texto, las escritoras establecen una ruptura con un sistema simbólico que las excluye de la cultura.

El concepto de autoridad femenina -en su sentido originario de "capacidad para hacer crecer" y, por lo tanto, como algo diferente del poder- aparece cuando se entiende como mediación. Afortunadamente, hoy disponemos de suficientes mediaciones femeninas de pensamiento que nos autorizan para interpretar el momento histórico en que una pensadora o una científica trabajaron a partir de su contexto de ser mujer y nos permiten rastrear sus historias y reconocer la autoridad de su experiencia, sin la mediación de los criterios de la ciencia tradicional.

Uno de los aspectos que enmascara la contribución de las mujeres a la historia de la ciencia, y su recuperación años después, es el de la autoría de los trabajos. Durante los siglos XVII y XVIII algunas mujeres trabajaron fundamentalmente como traductoras o divulgadoras de los trabajos de los otros, un aspecto muy importante en la divulgación de las nuevas teorías. Es el caso de Emilie du Châtelet, con la traducción de las Instituciones de física, donde las notas explicativas a pie de página y las aclaraciones fueron bastantes importantes para la comprensión por parte de la comunidad científica francesa, cartesianista, del principio de Newton.

Otras mujeres que hicieron trabajo científico lo publicaban con carácter anónimo, como los catálogos de estrellas de las astrónomas alemanas del siglo XVII, ya que no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran a la observación del cielo durante la noche. Así en 1690, Elisabetha Hevelius publicó el último catálogo pre telescópico de posición de las estrellas a nombre de su marido Johannes Hevelius. Otros trabajos hechos por mujeres fueron en colaboración con el marido o el hijo. En este caso, se hace difícil identificar quién hace qué.

Las autoras humanistas que intervinieron en La Querella de las mujeres fueron las primeras al defender su saber y su pensamiento desde su propio cuerpo femenino, para lo cual buscaron apoyo en la experiencia histórica de otras mujeres que las habían precedido. De esta manera, construyeron una cadena de mediaciones, una genealogía de saber femenino, que constituye el horizonte simbólico dentro del cual llevan a cabo el proceso de su autorización: saber, autoría y genealogía forman así un único cuerpo.

En las pensadoras de la Querella puede radicar, pues, el lento proceso de situar a las mujeres en la historia, con su experiencia específica de género. Se trata de una actitud de gran importancia ya que rompía con la secular tradición pagana y cristiana que sostenía que las mujeres sólo podían hacerse visibles en la sociedad en tanto que "mulier virilis", una combinación de sexo femenino y género masculino. Sin embargo, estas pensadoras hicieron uso de la palabra sin esconder su diferencia sexual, desde la autoridad de su experiencia personal y la de otras mujeres del pasado, cuya historia estudiaron y comunicaron, abriendo un proceso de transmisión de memoria femenina que otras escritoras continuarían en los siglos posteriores

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